La belleza de las cosas se la come Lo Feo, auténtico dios de nuestra época.
Lo bello casi siempre pasa a ser lo abandonado. Lo que no quiere nadie para sí, aunque allí haya belleza.
A mí me gusta por eso lo decadente. Parece que es donde todavía se puede respirar algo de pasión de quien lo creó. Aún conserva vida. Al lado de los monstruos de nuevas construcciones, estructuras poderosas, sí, pero comerciales, perecederas, blandengues, sin vida.
No sólo yo siento esto. A los que seguimos pintando nos mandan al pasado. Incluso los aficionados forman también parte de lo mismo: somos estas casas más o menos bellas, arrinconadas por no ser funcionales. Lo bello no es funcional.
Por eso los domingueros se refugian en las barcas y en la "Paisaxe Galega" o como se llame. Todo lleno de caramelo. Y nosotros, los que gustamos de la pintura no somos más que copistas de algo que ha pasado a la historia.
¡Qué bonito mundo este! Ahora se estila más la verborrea, e incluso el que pinta tiene que explicar lo que pinta, porque la gente, de tanto ver de todo se ha vuelto tonta y ya no sabe sentir, no sabe emocionarse.
Claro que ¡difícil nos lo ponen a todos! porque lo que manda es el dinero y eso no deja pensar en otra cosa... Da miedo en dónde nos han metido.
Yo seguiré pintando lo que me dé la gana. ¡A la mierda con todo!
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